No hay cosa que menos me guste que ir a la peluquería. Primero que nada, aclaremos que generalmente no soy amiga de los peluqueros al los que acudo (por eso prefiero que me corte el pelo un conocido, por más que tenga menos experiencia que Zulma Lovato) a lo que el tiempo en que están retocandome el pelo, lo paso echándome una incómoda siesta con picazón en el cuello. Para colmo de males, mi peluquero ,querido Dieguito, habla menos que un cactus, tiene cara de orto, y su mujer y sus amigas están detrás de él chusmeando todo lo que hace.
Dieguito nunca te pregunta cómo querés que te corte el pelo, yo pienso que el se cree que se las sabe todas, y que yo quiero ese corte flogger de mierda, con ese casquito bala y mechones largos de tentáculos saliéndome de la nuca. Así que tenés que ser muuuy específica para poder evitar este tipo de tragedias: el largo, arriba, abajo, en qué latitud y longitud, que tampoco me mate al nido de piojos que tengo atrás de la oreja... La cosa también es que si le sale mas o menos bien, después que llego a casa y me lo lavo, es un desastre, parezco Carrie de Sex and the City en un bad hair day. Tengo un amigo que al momento de llegar a su casa luego de la peluquería, se lava el pelo, se lo arregla, y si no le gusta, vuelve a la peluquería para que se lo corten de otra forma, así le queda bien en un día de rutina. Me parece perfecto, porque ésto de la salida de la peluquería pareciendo Lu Lopilato, es una estafa.
Así que ya saben, una de las cosas por las que no me gusta ir a la peluquería es por el cambio, a veces le tengo miedo, siento que mi cara parece linda con este marco peludo y florecido, hasta ahora, y que Dieguito me va a transformar en "no dable". Prefiero que la culpa sea mía, y después hacerme cargo, llorando en el espejo queriéndome pegar los mechones con la gotita....